Daisy: ¡Qué obsesión con irse a la cama! ¿Nadie ve lo pronto que es? ¡No pienso quedarme sin jugar al parchís sólo porque Rosalina quiera acostarse ya! Tengo ganas de divertirme.
Se dice a sí misma mientras entra en su respectiva habitación, un bonito dormitorio de color azul hielo. Se deja caer sobre la cama, un delicado mueble de cristal decorado con un colchón blanco, cojines azules y una manta también azul.
Daisy: ¿Qué puedo hacer...?
Se fija en un precioso camisón de color azul que los mayordomos del castillo de Rosalina le habían puesto sobre una silla de cristal. Daisy se levanta de la cama y coge el camisón.
Daisy: Qué soso... ¿No hay ropa naranja?
Rápidamente, abre el armario de cristal azul que hay en su dormitorio, pero está vacío. Daisy frunce el ceño y, resignada, coge el camisón azul y se lo pone. Posa ante el espejo de la habitación, no muy convencida.
Daisy: No me pega ni con cola. Me queda mejor mi traje naranja. ¡Si Daisy no viste de naranja, Daisy no es Daisy, demonios!
Se vuelve a tirar en la cama.
Daisy: Tiene que haber algo de ropa naranja por aquí... ¡O algo amarillo, lo que sea! No me gusta éste camisón azul. Bueno, que más da, de todos modos tengo que trazar igualmente un plan para irme a la cama tarde... ¡No puedo acostarme tan temprano! ¡He de gastar toda ésta energía!
Exclama mientras se pone de pie en su cama y empieza a saltar. Tras dar varios saltos, se detiene y cae en la cama, sentándose.
Daisy: Aunque, ahora que lo pienso... Si hago alguna gamberrada, Rosalina se enfadará conmigo... Y ella es mi amiga. No quiero que se enfade conmigo.
Confundida, Daisy abre la puerta de cristal de su habitación y sale. Una corriente helada sopla por los pasillos de cristal azul del palacio.
Daisy: ¡¿De quién sería la brillante idea de construir un castillo con cristal?! ¡Qué frío hace, puñeta!
Vuelve a entrar en la habitación y coge la manta azul que hay sobre la cama, echándosela sobre los hombros. Entonces sale de nuevo y camina por los largos y bonitos pasillos de cristal azul.
Daisy: ¿Dónde guardará Rosalina el parchís...?
Oye un sonido proveniente de la puerta que conduce a la biblioteca del castillo. Se acerca y pega el oído al frío cristal de la puerta. Oye una voz. Una voz horrible y chillona. Una voz masculina.
Daisy: ¿Pero qué puñetas...?
Abre la puerta de cristal, y se encuentra a Luigi en medio de la biblioteca, con un pergamino entre las manos, cantando tremendamente mal la letra de la canción que hay escrita en el pergamino.
Luigi: ¡Ooooooooooooh sooooole míooooooo...!
Daisy: Vaya vaya vaya... Veo que no soy la única que se niega a dormir.
Luigi se gira, sobresaltado.
Luigi: ¡Ah, Daisy! Hola, destello de mi noche oscura, ¿que te trae por ésta biblioteca?
Daisy: Tu horrible canto. Por un momento pensé que aquí dentro había alguien muriéndose.
Luigi suelta una risita refinada y elegante.
Luigi: Oh, jojojo, mi querida Daisy, sé que en realidad tenías ganas de llorar al oírme cantar de tan sublime manera.
Daisy: Sí... Desde luego, ganas de llorar me entraron...
Luigi: Permíteme decirte que estás resplandeciente vestida de azul...
Se arrodilla y coge una de las manos de Daisy, dispuesto a besársela. Antes de que sus labios lleguen a la mano de Daisy, ésta la retira con brusquedad.
Daisy: ¡Pues yo creo que me queda fatal!
Luigi: Querida, te pongas lo que te pongas, estás bellísi...
Daisy: Basta de piropos, bigotitos. ¿Tú tampoco tienes sueño?
Dice Daisy mientras se sienta en un sillón acolchado de la biblioteca.
Luigi: Así es, querida. Pensé que a lo mejor, cantando un poco, me entraría el sueño...
Daisy: Pues suerte has tenido de no despertar a todo el castillo.
Luigi: Y dime estrella de mi cielo, ¿tú que haces, vagando por el palacio?
Daisy: Ya te dije antes que era la hora de NO dormir. Tengo una idea para asustar a todos YYY sin que nadie sepa que he sido yo.
Luigi: Continúa, querida. Tal vez te pueda ayudar...
FIN
FIN