viernes, 27 de abril de 2012

Episodio 6: ¡Fantasma!

La noche transcurría tranquila en el castillo de Rosalina, pero Daisy (que se vistió de nuevo con su vestido naranja), estaba dispuesta a poner en marcha su plan, con la ayuda de Luigi. Ambos se encontraban, todavía, en la biblioteca del palacio de Rosalina, conversando con aire conspirador.

Daisy: Bien, empecemos con el plan.

Dice Daisy, mientras sostiene entre sus manos una sábana de seda blanca. Luigi se acerca, llevando unas tijeras entre las manos.

Luigi: ¿Seguro que el plan será eficaz...? A mi no me acaba de convencer...

Daisy: Calla y hazme caso. Pásame las tijeras.

Luigi, obediente, le da las tijeras a la princesa. En menos de un minuto, Daisy corta dos agujeros en la sábana.

Daisy: ¡Perfecto!

Luigi: ¿Que es lo próximo que debemos hacer?

Daisy: Muy sencillo. Yo seré el fantasma y tú te encargarás de los sonidos. Te he explicado dos veces el plan, no sé por qué preguntas.

Luigi: Ah, sí, cierto...

Daisy eleva la manta por encima de su cabeza, mirando por los dos agujeros que ha recortado.

Daisy: Dime, ¿qué tal estoy? ¿Parezco un fantasma?

Pregunta mientras da una vuelta sobre sí misma.

Luigi: No se nota que eres tú, tu identidad está a salvo. Aunque no pareces un fantasma muy realista. Si te comparamos con un Boo...

Daisy: ¡Cállate! Mientras no se sepa que soy yo, vamos bien...

Luigi: ¿Y si alguien te quita la sábana, querida?

Daisy: No lo harán. No dejaré que nadie se me acerque a más de un metro.

Daisy y Luigi salen sigilosamente de la biblioteca y se dirigen a uno de los dormitorios. Abriendo la puerta sigilosamente, se encuentran a Donkey Kong, Diddy Kong y Dixie Kong durmiendo en tres camas individuales. Donkey Kong no deja de blasfemar y dar manotazos, sonámbulo.
Daisy mira a Luigi y le da un empujón.

Daisy: ¡Escóndete! (Susurrando.)

Luigi se aparta de la puerta y Daisy entra.

Daisy: ¡Buuuuuuuuuuuuhhhh...!

Donkey Kong: Grunf...

Daisy: ¡Buuuuuhhh!

Luigi, desde afuera de la habitación, hace chirriar sus dientes, imitando el sonido de unas cadenas fantasmales. Donkey Kong abre los ojos vagamente.

Donkey Kong: Grunf, grunf... ¿Uh?

Daisy: ¡Buuuuuuuuuuuuuuuuuuhhhhhhhhh!

Donkey Kong: ¡Uaaaaaaaaaaaaaaghhh! ¡Uh, uh, uh!

Diddy Kong: ¿Ih? ¡Aaaaaaaaaaaah! ¡Ah-ah, uh!

Dixie Kong: ¿Uh...? ¡Iiiiiiiaaaaaaaaaah! ¡Ih, ih! ¡Uh! ¡Aaaaaaaaahhh!

Daisy: ¡Buuuuuuuuuuuuuhhh!

Daisy retrocede y sale de la habitación. Ella y Luigi corren a esconderse tras una esquina que dobla el pasillo. Los tres monos salen de la habitación, mirando hacia todos los lados, pero no ven nada.

Dixie Kong: ¿Ih-ah?

Donkey Kong: ¡Grunf!

Diddy Kong: ¡Ih, ih, ih! ¡Uh, ah, uh, uh! ¡Uh-uh!

Los tres vuelven a la habitación, cerrando la puerta tras ellos. Daisy y Luigi se ríen en voz baja y luego se dirigen a otra habitación de invitados.
Entran. En la cama, Peach duerme plácidamente, sonriendo.

Daisy: ¡Buuuuuuuuuuuuuuuuuuuh!

Peach: ¿Mmm...?

Peach abre los ojos, se gira y ve a Daisy, cubierta con la sábana blanca.

Daisy: ¡Buuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuh!

Peach: ¡Aaaaaaaaaaaaaahhhh! ¡Un fantasma!

Daisy se va, mientras Peach, asustada, se arropa con el edredón de su cama. Tras unos instantes, se asoma, pero ya no hay nadie.

Daisy: ¡Ésto está saliendo genial!

Luigi: ¡Sí! Vayamos a por nuestra próxima "víctima"... ¡Jejejeje!

FIN

viernes, 30 de marzo de 2012

Episodio 5: El plan de Daisy.

Todos recogen sus cosas y se retiran tranquilamente a las habitaciones que la princesa Rosalina les ha preparado. Daisy, de camino a su habitación, piensa en un plan para no irse a dormir.

Daisy: ¡Qué obsesión con irse a la cama! ¿Nadie ve lo pronto que es? ¡No pienso quedarme sin jugar al parchís sólo porque Rosalina quiera acostarse ya! Tengo ganas de divertirme.

Se dice a sí misma mientras entra en su respectiva habitación, un bonito dormitorio de color azul hielo. Se deja caer sobre la cama, un delicado mueble de cristal decorado con un colchón blanco, cojines azules y una manta también azul.

Daisy: ¿Qué puedo hacer...?

Se fija en un precioso camisón de color azul que los mayordomos del castillo de Rosalina le habían puesto sobre una silla de cristal. Daisy se levanta de la cama y coge el camisón.

Daisy: Qué soso... ¿No hay ropa naranja?

Rápidamente, abre el armario de cristal azul que hay en su dormitorio, pero está vacío. Daisy frunce el ceño y, resignada, coge el camisón azul y se lo pone. Posa ante el espejo de la habitación, no muy convencida.
Daisy: No me pega ni con cola. Me queda mejor mi traje naranja. ¡Si Daisy no viste de naranja, Daisy no es Daisy, demonios!

Se vuelve a tirar en la cama.

Daisy: Tiene que haber algo de ropa naranja por aquí... ¡O algo amarillo, lo que sea! No me gusta éste camisón azul. Bueno, que más da, de todos modos tengo que trazar igualmente un plan para irme a la cama tarde... ¡No puedo acostarme tan temprano! ¡He de gastar toda ésta energía!

Exclama mientras se pone de pie en su cama y empieza a saltar. Tras dar varios saltos, se detiene y cae en la cama, sentándose.

Daisy: Aunque, ahora que lo pienso... Si hago alguna gamberrada, Rosalina se enfadará conmigo... Y ella es mi amiga. No quiero que se enfade conmigo.

Confundida, Daisy abre la puerta de cristal de su habitación y sale. Una corriente helada sopla por los pasillos de cristal azul del palacio.

Daisy: ¡¿De quién sería la brillante idea de construir un castillo con cristal?! ¡Qué frío hace, puñeta!

Vuelve a entrar en la habitación y coge la manta azul que hay sobre la cama, echándosela sobre los hombros. Entonces sale de nuevo y camina por los largos y bonitos pasillos de cristal azul.

Daisy: ¿Dónde guardará Rosalina el parchís...?

Oye un sonido proveniente de la puerta que conduce a la biblioteca del castillo. Se acerca y pega el oído al frío cristal de la puerta. Oye una voz. Una voz horrible y chillona. Una voz masculina.

Daisy: ¿Pero qué puñetas...?

Abre la puerta de cristal, y se encuentra a Luigi en medio de la biblioteca, con un pergamino entre las manos, cantando tremendamente mal la letra de la canción que hay escrita en el pergamino.

Luigi: ¡Ooooooooooooh sooooole míooooooo...!

Daisy: Vaya vaya vaya... Veo que no soy la única que se niega a dormir.

Luigi se gira, sobresaltado.

Luigi: ¡Ah, Daisy! Hola, destello de mi noche oscura, ¿que te trae por ésta biblioteca?

Daisy: Tu horrible canto. Por un momento pensé que aquí dentro había alguien muriéndose.

Luigi suelta una risita refinada y elegante.

Luigi: Oh, jojojo, mi querida Daisy, sé que en realidad tenías ganas de llorar al oírme cantar de tan sublime manera.

Daisy: Sí... Desde luego, ganas de llorar me entraron... 

Luigi: Permíteme decirte que estás resplandeciente vestida de azul...

Se arrodilla y coge una de las manos de Daisy, dispuesto a besársela. Antes de que sus labios lleguen a la mano de Daisy, ésta la retira con brusquedad.

Daisy: ¡Pues yo creo que me queda fatal!

Luigi: Querida, te pongas lo que te pongas, estás bellísi...

Daisy: Basta de piropos, bigotitos. ¿Tú tampoco tienes sueño?

Dice Daisy mientras se sienta en un sillón acolchado de la biblioteca.

Luigi: Así es, querida. Pensé que a lo mejor, cantando un poco, me entraría el sueño...

Daisy: Pues suerte has tenido de no despertar a todo el castillo.

Luigi: Y dime estrella de mi cielo, ¿tú que haces, vagando por el palacio?

Daisy: Ya te dije antes que era la hora de NO dormir. Tengo una idea para asustar a todos YYY sin que nadie sepa que he sido yo.

Luigi: Continúa, querida. Tal vez te pueda ayudar...


FIN

domingo, 25 de marzo de 2012

Episodio 4: Hora de (no) dormir.

Es de noche. En los jardines del castillo de Rosalina, Mario, Luigi, Wario y Waluigi juegan al estrella-bol.
Wario: ¡Mía!

Wario se abalanza sobre la estrella, pero Mario le empuja hacia un lado y la agarra.

Mario: ¡No, mía! 

Luigi intenta pegarle a Waluigi en la barriga, pero no puede porque Waluigi le sujeta la frente con una de sus manos y no le deja avanzar.

Waluigi: ¡Jajajajaja...! Enanejo... ¡No me llegas ni a la punta del zapato!

Luigi hace una bola de fuego verde y la lanza contra la tripa de Waluigi. Éste sale disparado.

Waluigi: ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh!

Luigi: ¡Chúpate ésa!

Mario: ¡Choca ésos cinco, hermano!

Mario y Luigi chocan sus manos. Wario aprovecha que no le prestan atención y se abalanza contra Mario. La estrella resbala de las manos de Mario y sale disparada.

Wario y Mario: ¡La estrella!

La estrella cae treinta metros más lejos y se queda girando.
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Luigi, Mario y Wario echan a correr hacia la estrella. Waluigi se levanta del suelo, sacude la cabeza y también echa a correr en dirección a la estrella.

Los cuatro se abalanzan sobre la estrella al mismo tiempo, pero ven que ésta se levanta en el aire y se posa sobre la mano de alguien.

Rosalina, con la estrella girando en el aire sobre su mano, dice:

Rosalina: ¿Qué hacéis jugando a lo bruto con ésta estrella?

Los cuatro se quedan sin responder, mirando atónitos a Rosalina.

Rosalina: ¿No sabéis que a las estrellas hay que tratarlas con delicadeza?

Dice Rosalina, entrecerrando sus grandes ojos celestes.

Mario se levanta y se alisa los pantalones. Luego hace una pequeña inclinación.

Mario: S-sí, princesa... Lo sabemos...

Rosalina: Y entonces, ¿por qué jugáis al estrella-bol de una manera tan bruta? ¿Acaso no sabéis que, por cada estrella que se destruye, el Reino champiñón se debilita?

Waluigi: No pensábamos romperla.

Dice Waluigi de mal humor.

Rosalina: ¡Pues eso es lo que habéis estado a punto de hacer! 

Rosalina abraza la estrella con afecto.
Rosalina: Éstas estrellas tienen vida... Son seres vivos. No piensan por sí solas, ni se mueven, ni hablan, pero tienen vida. Son igual que las flores.

Luigi inclina la cabeza hacia delante.

Luigi: Lo lamentamos, princesa.

Rosalina: Bueno, el caso esque, no entiendo que hacéis jugando aquí fuera, en plena noche, y con el frío que hace. Si dejo que os quedéis a dormir en mi castillo es precisamente para que no tengáis que salir con éste frío. Vamos, adentro.

Los cinco entran, y Rosalina deja la estrella sobre un pedestal. Ésta sigue girando.

Rosalina: Atención todos. Tras haber entrado en calor y haber disfrutado de una deliciosa cena, ha llegado el momento de irse a dormir. Ya sabéis dónde están vuestras habitaciones, así que, por favor, todo el mundo a la cama.

Peach, que está haciéndole un moño a Donkey Kong en la cabeza, bosteza con fuerza, tapándose la boca con una mano.

Peach: Lo cierto esque yo estoy muy cansada... ¡Enseñarle modales a Donkey Kong es toda una faena!

Donkey Kong: Grunf...

Toad también bosteza.

Toad: ¡Uahhhh! Yo quiero irme a la cama...

Daisy: ¿No podemos jugar a algo? ¡Me apetece jugar al parchís!

Rosalina: Mañana pasaremos mucho rato todos juntos, pero ahora es muy tarde. Buenas noches a todos.

Daisy se pone a renegar mientras los demás se levantan de los sofás y se dirigen a sus cuartos.

Daisy: No es justo... Yo quería jugar al parchís.

Luigi: Es hora de dormir, querida.

Daisy: En absoluto... ¡De hecho, es la hora de no dormir! Ejejejeje...

FIN

Episodio 3: La habitación secreta.

Peach: ¡Donkey Kooooooooooong!  ¿Dónde estááááááááááááááááááás? 

Peach va caminando por los pasillos del castillo de Rosalina. Lleva una esponja en una mano y jabón en la otra. Donkey Kong se esconde de ella tras una columa.

Peach: Vamos, Donkey, querido, necesitas un baño. Antes, que si los plátanos, ahora, que si el baño... ¡No tienes ni un mínimo de modales!

Peach pasa de largo de la columna tras la cuál está escondido Donkey Kong. Éste se asoma y se va corriendo.

La princesa Rosalina sale de su habitación y ve que Peach está en el pasillo.

Peach: ¡Oh, hola, Rosalina! ¿Has visto a Donkey Kong?

Rosalina parece nerviosa.

Rosalina: ¿Qué? N-no... 

Peach: Bueno, vale, gracias. Si lo ves avísame, ¿eh?

Se va correteando por el pasillo, mirando alrededor por si aparece Donkey Kong.

Rosalina suspira aliviada.

Rosalina: ¡Buf!

Camina por los pasillos hasta llegar a una esquina vacía. Pega su mejilla a la pared y dice en voz baja:

Rosalina: Poder de las estrellas, yo os invoco, abrid la puerta, poco a poco...

En la pared aparece una puerta de cristal azul. Rosalina entra y acto seguido, la puerta desaparece tras ella. Junta sus manos, que se ponen a brillar con una luz blanquecina, proporcionándole así luz para que pueda ver en la oscuridad de la habitación. Es una habitación hecha completamente de cristal transparente, con reflejos azulados. En el centro de la sala hay un pedestal. Sobre él hay una gran perla azul. Rosalina la coge y la aprieta contra su clavícula.

Rosalina: La perla zafiro... Sigue aquí... Menos mal. No puedo permitir que le pase nada.

La examina con cuidado.

Rosalina: Ah, menos mal... Aún está en perfecto estado. No sé porqué, pero tengo la impresión de que la perla zafiro corre peligro... El resto de mis invitados no han podido venir, y cuándo sucede algo malo, también afecta a la perla zafiro...

Acaricia delicadamente la superfície de la perla.

Rosalina: Debo protegerla con mi vida, si es necesario... Ésta perla... lo es todo. Si le pasara algo, se destruiría la vida tal y cómo la conocemos... Menos mal que aún sigue en buenas condiciones.

Deja la perla sobre el pedestal con cuidado. Luego vuelve sobre sus pasos hasta la pared y repite:

Rosalina: Poder de las estrellas, yo os invoco, abrid la puerta, poco a poco...

Vuelve a aparecer la puerta en la pared y Rosalina pasa por ella. Al cerrar la puerta, ésta desaparece otra vez.

De pronto, Rosalina oye las voces de Toad y Toadette:

Toadette: ¡...Pues yo te digo que la princesa Daisy me prefiere a mí!

Toad: ¡No, desde que llegó al Reino Champiñón, la princesa Daisy me ha "adorado" porque dice que soy "adorable" a rabiar!

Toadette: ¡Si tú eres adorable yo lo soy más, porque tengo trenzas y soy rosa!

Toad: ¡¡¡Lo único que eres es una pesada con cabeza de champiñón!!!

Toadette: ¡¡¡Tú también tienes cabeza de champiñón!!!

Los dos ven a Rosalina.

Toadette se pone a pestañear y a sonreír.

Toadette: ¡Hola, princesa Rosalinaaa! ¿Te importaría contestar a una pregunta? ¿Quién es más adorable, Toad o yo?

Rosalina: Hola, chicos... Em... Bueno, los dos sóis muy monos.

Toadette pestañea aún más, poniendo ojitos enternecedores.

Toadette: ¿Seguro?

Rosalina: Ah, venga, chicos. No me hagáis elegir. Me encantáis los dos, sóis unas monadas.

Dice Rosalina mientras se pone en medio de los dos y acaricia con suavidad los champiñones de sus cabezas.

Toad se pone rojo.

Toad: Jijiji... Princesa Rosalina, usted es tan dulce y encantadora...

Rosalina: Gracias, Toad. Ahora, si me disculpáis, debo irme.

Rosalina se va andando por el pasillo.

Toadette: ¡¿Para qué le haces la pelota?!

Toad: ¡¡Yo no le hago la pelota!!

Toadette: ¡Ohhh, sí, vaya que sí!

Y continuaron caminando por el pasillo, discutiendo.

FIN

Episodio 2: Invitados desaparecidos.

El martes a las 19:30, todos se dirigieron al castillo de cristal, el hogar de Rosalina, para la fiesta.

Daisy: ¡Me encantan las fiestas! ¡Mientras haya baile, juegos, y competiciones, me doy por satisfecha!

Luigi: ¿Qué oyen mis oídos? ¿Te gusta competir, mi querida Daisy?

Daisy: ¡Pues sí! No cómo a ti, que sólo te gusta lanzarme indirectas, sabiendo que yo odio que la gente se vaya por las ramas.

Donkey Kong, que va colgándose de rama en rama junto a Diddy Kong y Dixie Kong, lanza a Daisy una mirada furiosa.

Donkey Kong: ¡Uh, uh!

Daisy: Perdona, Donkey. No lo decía por ti.

En el horizonte ya se ve el castillo de Rosalina.

Mario: ¡Ahí está el castillo de Rosalina! Ya hemos llegado.

En la puerta está la princesa Rosalina.
Rosalina: ¡Hola, mis queridos amigos, bienvenidos a mi castillo!

Mario se inclina un poco.

Mario: ¡Es un honor para nosotros el estar invitados a su fiesta, princesa Rosalina!

Daisy: ¿Qué te pasa, Ro? Pareces triste.

Rosalina: Mis queridos amigos, mucho me temo decir que habéis sido los únicos que han asistido a la fiesta... 

Rosalina suspira. Waluigi se pone rojo de rabia.

Waluigi: ¡¿Cómo que hemos sido los únicos en venir?!

Rosalina: Lamento mucho haberos hecho venir para nada... Habría enviado a uno de mis mensajeros a comunicaros que no había asistido nadie. Pero todos mis mensajeros están enfermos y yo estaba muy ocupada para comunicároslo.

Peach: ¿Y por qué razón iban a negarse a venir los invitados?

Rosalina: No lo sé... Cuándo repartí las invitaciones entre mis amigos, todos me dijeron que iban a venir...

Toad: Puede que les haya pasado algo malo...

Rosalina: Lo dudo mucho, querido Toad. Lo más probable esque... No lo sé, hayan pillado un resfriado o algo parecido. Pero de haber sido así, seguramente me lo habrían comunicado de algún modo. Estoy muy preocupada.

Se levanta un viento helado. 

Rosalina. ¡Oh, vaya! ¡Qué frío! Entrad en mi castillo, dentro se está caliente.

Todos entran y Rosalina cierra la puerta.

Rosalina: Así mejor. Aquí podréis entrar en calor.

Wario se pone rojo y hace una reverencia.

Wario: ¡Gracias, princesa Rosalina! ¡Sóis muy gentil!

Rosalina: Por favor, acomodaos. Estáis en vuestra casa.

Luigi: Sóis muy noble, pincesa, pero deberíamos irnos ya. No queremos molestar y, además, empieza a caer la noche.

Rosalina: ¡Oh, quedaos a dormir! En mi castillo hay muchas habitaciones de invitados, y, además, es lo menos que puedo hacer por vosotros.

Peach: Eres muy amable, Rosalina, pero no queremos molestar.

Rosalina: ¡No es molestia! ¡Os lo aseguro! ¡Será un honor para mí teneros cómo invitados para pasar la noche! Además, hace muchísimo frío. Seguro que incluso se pone a nevar. No podéis salir con ésta helada.

Mario: Princesa Rosalina, será un honor aceptar su propuesta. Su hermoso castillo es de lo más acogedor.

Luigi: ¡Sí! Gracias por acogernos de una manera tan afectuosa, princesa.

Peach coge a Rosalina de las manos.

Peach: Oh, Rosalina, tienes un corazón que no te cabe en el pecho. ¡Será un placer quedarnos a dormir aquí!

Rosalina: El placer es mío. Los mayordomos reales os conducirán hasta las habitaciones. Cada habitación tiene una chimenea y varias mantas sobre las camas, para que no paséis frío. Iré a la cocina, le pediré a los chefs que os preparen una cena exquisita.

Dixie Kong se pone a dar botes.
Dixie Kong: ¡Hi-hi-uh-uh!

Daisy se agacha y mira a Dixie Kong.

Daisy: ¿Tienes hambre, eh Dix?

Dixie Kong: ¡Uh, uh, uh, aaaaah!

Daisy: Yo también... No he comido nada en todo el día.

Peach tirita de frío. Mario coge una manta que hay sobre uno de los sofás del palacio y se la pone sobre los hombros a Peach.

Mario: Aquí tienes, princesa mía.

Peach: Gracias, Mario. 

Todos se sientan en sofás alrededor de una chimenea. En un bol de frutas hay algunos plátanos, y Donkey Kong los coge y empieza a engullirlos.

Donkey Kong: ¡Ñargmñargmñargjñamñam!

Peach: ¡Cochino! ¿Qué son ésas formas?

Donkey Kong la mira con la boca llena.

Donkey Kong: ¿Huh?

Peach le ofrece un pañuelito de seda. Donkey Kong lo coge y se queda mirándolo.

Peach: Hay que saber comer educadamente. Por mucha hambre que tengas, siempre hay que saber comer con unas buenas maneras, y...

Donkey Kong le tira el pañuelito a la cara y sigue comiendo plátanos.

Peach: ¡Grrrr! ¡Eres un gran maleducado!

Daisy le susurra al oído:

Daisy: Peach, es un gorila, no intentes enseñarle modales. 

Peach: ¡Pero esque ésto es intolerable! ¡Ya te digo yo que cuándo mañana por la mañana salgamos de aquí, Donkey Kong será todo un caballero!

FIN